Soraya Othman-Bentría Ramos

Soraya Othman-Bentría Ramos

En Tánger, según Eugène Delacroix, “hay un cuadro en cada rincón”. Sus dos mares, su intensa luz, sus olores conforman una personalidad seductora y enigmática que te inspira poniéndote un pincel en una mano y una paleta de color en la otra. Solo queda comenzar a crear y, en mi infancia, los primeros trazos los hacíamos con las tizas de colores que nos regalaba Antonio Fuentes para que pintáramos las mismas calles de la medina que luego él volvería a recorrer de noche para inspirarse. Todo es inspiración en Tánger, por eso acoge desde siempre a todo tipo de creadores, por eso es fácil destinarse a crear si eres tú el que ha nacido allí, en la ciudad mundo, cuna, refugio y amante de artistas. Desde que nací tuve la necesidad de modelar el espacio que alcanzaban mis manos ya fuera con un pincel, con un lápiz o con mis propias manos, como cuando jugaba a hacer formas con el barro del río Tahardat que mi madre me obligaba a volver a dejar en su ribera, enseñándome a no “robar a la tierra”. Ahora sé que ese barro sigue en mí, que en mis manos habitan todos aquellos ecos y que la necesidad ahora es desvelar los colores y las formas de ese mundo mágico que tuve (y tengo) la suerte de vivir.