José Manuel Arévalo (1967, Madrid). Definirme a mí mismo como pintor figurativo, nace de la pasión por la pintura del natural. La pintura no es solo un mero vehículo expresivo de comunicación, un lenguaje, un acercamiento, sino una búsqueda. No observo para pintar. Pinto para conocer, reflexionar, ver, investigar… Todo ese análisis me acompaña en el proceso creativo, ya sea figura, bodegón o paisaje. Aunque para muchos críticos la pintura de género ya no existe, en mi caso, sigue todavía viva cuando contemplo una playa vacía, un árbol o un coche abandonado. De esa emoción inexplicable, nace una observación detenida y minuciosa, como si mi cerebro estuviera pintando un lienzo que no existe. Así empieza todo. Manchas de color, líneas, transparencias, empastes, elementos que sobran, otros que faltan, aciertos, desaciertos. Es el momento casi inconsciente que se vive guiado por un pincel ingobernable. Es una emoción que se siente y que espera ser recibida por el espectador. Y por encima de todo, teniendo claro lo que se quiere contar: Espacio. Espacio con su propia luz y su preciso momento.